Con todos los brazos

15 días después la calma invade los rincones de mi cuerpo, que echa de menos la adrenalina constante de la prisa y la vida que infunden 90 niños necesitados de diversión constante. Por el camino he visitado lugares inolvidables, como el castro celta de Baroña, "A fervenza da Madalena" (la catarata de la magdalena) en la que me duché con el agua de una catarata, la playa de Aguieira en la que hice kayak e instauré un reino de terror a las palas de playa, el bar con futbolín y billar al que peregrinamos en procesión, la roca en la que monté mi barco pirata como Capitán Garfio, el acantilado en el que vi pasar a una familia de delfines al atardecer... Mil aventuras que no se pueden contar en un sólo post, así que para empezar y para retomar el ritmo de publicación qué mejor que un pequeño texto:

"A lo lejos, en la entrada del mar
quedamos para darnos hastaluegos.
La tristeza y yo, compañeros
de viaje contratados de por vida
firmamos por fin un sonado divorcio,
sin fotos ni exclusivas, intimista.
Cortafuegos de delfines, de estrellas
cegadas por la bendita luz de la luna,
de árboles perdidos en el viento,
de murciélagos rapaces de lamentos.
Carantoñas de verdad, al agua, al aire,
al miedo a coger carrerilla y a sentir
un mirador observado por los siglos,
un chapuzón en piscinas vacías.
Y al volver sin la frente marchita
coger a quienes extrañas y abrazar
con todos los brazos que tengo
el recuerdo, el presente y el después."