Deslizarme entre tí, en el pelo negro y suave que perdías por estrés. Siempre me hizo gracia, porque tu melena nunca se acababa y siempre estaba igual de acogedora por las noches, cuando hacía frío en invierno y eras mi escondite preferido. Miraba tu cara mientras dormías y pensaba en todo, aprovechando la calma que me regalabas después de nuestras tempestades de naufragios planeados. Te echaba de menos cuando estabas conmigo y me quedaba acurrucado en tu nuca, narcotizándome con tu olor y susurrándote al oído todo sin decirte que sabía que me escuchabas despierta. Adoraba tu piel ardiendo cada vez que te abrazaba. Y tus besos de mariposa con las pestañas.

Los peligros de recordar sinceramente, sin guardarse lo que el dolor recomienda y el rencor obliga.

1 Matices precisos:

Ron Fuego dijo...

Olvida eso tio