Las cartas pueden ser contenedores de historias perdidas en la memoria y hay historias que olvidé en su momento por hacerle un favor a mi visión del mundo.

Eran las 12 de la mañana de un día cualquiera del 2005. Un sol de justicia calentaba las cabezas y embotaba las ideas, así que después de hacer unas cuantas tareas domésticas decidí asomar la cara por la ventana para refrescarme con algo de brisa. Todo estaba como siempre. Los coches aparcados a la sombra, las señoras paseando y cotilleando como buitres carroñeros, los hombres gastando tiempo con el Marca, un par de chicos paseando a sus perros, un señor tirado en la calle... ¿Un señor tirado en la calle? Eso era nuevo. Al borde de un pequeño jardín común había una persona tirada, no durmiendo, porque nadie se echa a dormir en esa postura. Pero hay algo aún más raro. ¿Porqué nadie se para a comprobar si está bien? Dos señoras acaban de pasarle al lado y ni siquiera lo han mirado, incluso se han alejado apuradas, para dejarlo atrás más rápido. No me lo creo, seguro que está durmiendo. Seguro que lo han oído roncar y no lo han querido despertar. Aviso a mi madre, que está trabajando por la casa para que me confirme lo que estoy viendo. Ella tampoco se lo cree, la gente vuelve a pasar cerca de él y evitan tocarlo y mirarlo. La postura no es normal. Hace demasiado sol. Demasiado calor. Me asusto. Le digo a mi madre que tenemos que bajar corriendo a ver si está bien. Ella me dice que sí. Bajo lo más rápido que puedo, abro el portal, salto un seto de plantas y llego hasta el hombre. Apesta a vino. No se mueve. Respira, pero bastante flojo y está sudando, mucho. Mi madre llega a donde estoy y le digo que llame a una ambulancia, que llame a alguien, que ese hombre no puede estar bien. Las mujeres que antes pasaban cerca de él sin mirarlo ahora se acercan a curiosear. "¿Seréis hijas de puta? Ahora que hay una escena montada sí que os interesa mirar, ¿verdad? Y seguramente si se muere daréis pésames sentidos, ¿verdad? Y diréis que ha sido una desgracia, ¿VERDAD?". Las oigo comentar de fondo que el hombre es muy mayor y que tiene muchos problemas con el alcohol y que ya no es la primera vez que se cae inconsciente en medio de la calle. Que no tiene a nadie que lo atienda y que no lo quieren en ningún centro por su edad y su vicio con la bebida. "Bien, gorda hija de puta, bien. Así que si algún día a tu marido le dan 5 infartos y los supera, cuando le de el sexto y se caiga delante de mí pasaré al lado fingiendo que no lo veo porque, total, el se lo buscó comiéndose las tapitas en el bar. Que se joda. Que le dé el sol hasta que le coja la insolación de su vida. Que se ase en una puta acera mientras la gente lo mira como si fuese un programa de televisión". Intento hacer que el señor vuelva en sí, lo sacudo, le doy aire, lo incorporo levemente. No sé muy bien qué hay que hacer, pero algo es mejor que nada. Llega la ambulancia. Bajan dos hombres, le dan algo, una pastilla, supongo que para que se espabile. Parece despejarse algo y uno de ellos se lo empieza a llevar hacia su casa. Se había caído a 5 metros de su portal. Las señoras eran vecinas. Lo conocían. Me dice uno de los chicos de la ambulancia que ya van muchas veces que pasa lo mismo. Le pregunto porqué ese hombre no está en un centro, en una residencia, en algún sitio en el que no esté sólo y pueda beber lo que quiera. No se puede hacer nada, me dice. ¿Nada? Nada. No pregunto más. No tiene respuesta. No es justo. Nada lo es. No es justo que ese hombre no tenga a nadie. No es justo que no tenga a nadie que lo ayude con su problema. No es justo que una persona se degrade hasta ese extremo, aunque no puedo juzgarlo porque no sé nada sobre él. No es justo que las malditas señoras miren para él y murmuren a sus espaldas y no es justo que se lo cuenten a sus amigas, de las que también hablan mal cuando no están. No es justo que ni se hayan movido para ayudarlo. Podría haber muerto. Por el golpe al caerse, por el sol, por la borrachera... Subo con mi madre a mi casa pensando que eso no es lo que me ha enseñado la señora que sube conmigo. Ella me ha enseñado a levantar a ese señor y a llamar a la ambulancia. Aunque sea la sexta vez que pasa. Y me pregunto qué falla. Cómo serán los hijos de esas señoras. Y los de ese señor. ¿Tendrán hijos? ¿Merece la pena que los tengan? Son preguntas absurdas, pero también es absurdo que te pudras inconsciente en la calle cuando alguien podría perder 5 minutos de su tiempo en marcar un número y esperar junto a ti. Preocuparse. Sin saber muy bien qué hacer, escribo toda la historia en una carta para mandársela a la persona que amo. Sé que ella habría parado. Más de dos años han pasado y acabo de recordarlo todo. Se me había olvidado. El hombre. Las mujeres. Todo. Pero estoy viendo delante de mí, gracias a la carta en la que ella también se indignaba por la historia que le acababa de mandar y al final me prometía que siempre me iba a amar. Fue el primer día que supe lo que era la responsabilidad. No la que tenemos con el trabajo o los estudios, ni siquiera con la sociedad. Es la responsabilidad que tenemos con cada una de las personas que nos rodea. Con los desconocidos. Con todos.

PD: A los amigos de verdad (y al recién bautizado y rico brownie^^), a los que sé que habrían cogido a ese hombre, perdonad el tono de la entrada. Lo importante es la historia. No quería que por alguna putada del destino, se me llegase a olvidar.

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