Llegaste tarde pero, ¡coño! Llegaste.
Meses intangibles de dormir desvelado,
de contar manga por hombro secretos
que a nadie le añoran el llanto.

Ya no duele. ¡Ya no duele! De finales
inconclusos, de respetos infumables,
de cicatrices ambiguas muertas de risa,
de nombres ausentes escritos en tiza.

Seguir fiel a una idea imposible, a un nunca cambian, a un no hay manera... Y a pesar de mis pesares. Y sin embargo con un por si acaso, llegó, por telegrama taquicárdico un parche de arena para un mar muerto.

No queda resaca en los puertos. Soy libre.
De creer, de sentir, de vivir, de quitarme
la losa que arrastré contigo, de nublarme.
De perder como siempre quise ganar, apostando a...

Que veintitantos ideales mal cumplidos
aún conservan el bouquet de vino añejo
donde tocar verdades con el alma desnuda
de camisas de fuerza que amarguen caricias.

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Lo bueno del amor, cuando termina,
es la vida con porqué, sin sus ruínas,
la cara del después cuando la olvidas,
tu perla con sabor a cafeína.

Lo bueno del amor, cuando se acaba,
es el punto final de los finales
que al fin cierra dos puntos suspensivos.