Me encanta la sensación que dejan los buenos recuerdos. Sonreír cuando piensas en algo que ya pasó y te llegan olores, sonidos, visiones... Hay veces que casi puedo transportarme al pasado y recrear un momento, un segundo de una vida anterior. Y digo vida anterior porque parece que han pasado siglos. Miro hacia atrás y sólo noto una sensación que hace mucho que no tiene cabida en mi cabeza: tranquilidad. Estar tranquilo es oler las cosas. No olfatear como un perro, no. Pero no es lo mismo saber que llueve que oler la lluvia en el aire. Ni es lo mismo saber que llueve que pararte a mirar cómo caen las gotas en un charco. Hace una semana, más o menos, recordé esas sensaciones. Paseaba camino a mi casa y de repente todo se volvió más colorido. Era de noche, casi las 11 y los árboles que bordeaban el camino cercano a la estación de autobuses comenzaron a cobrar una relevancia especial. Sus hojas olían. Sus hojas sonaban. No parecían decorados de cartón piedra como casi todo en esta ciudad. Realmente si te parabas y te fijabas bien, notabas como las hojas bailaban con el aire y desprendían un olor fresco y verde. Seguí caminando y empecé a sentirme un niño. Los coches casi ni tenían interés. Las farolas en cambio daban luz a toda la calle, mostraban los graffitis de las paredes, quitaban el anonimato a las caras de las personas. Sin embargo no era la gente lo que me interesaba, sino todo lo que me rodeaba. Aquello de lo que siempre prescindía por tener demasiadas cosas en la mente. Un portal mal alumbrado por un foco. Las formas que tomaban las sombras entre los arbustos al doblar las esquinas. Los pocos pájaros que vuelan de noche. Las pisadas que se pierden detrás de la noche. Y recordé que de niño todo era así. Increíble, nuevo, colorido y misterioso. Todo me llamaba la atención y disparaba mi imaginación. Todo era distinto, porque antes sabía que hay que dejar los problemas aparcados un rato un par de veces al día. Aún era inocente. Aún me interesaba el mundo.

Por suerte hoy recordé que aún puedo ser un poco niño de vez en cuando. Y dejando la amarga ironía de la vida de lado, mirar alrededor y respirar, como si la ciudad hubiese vuelto a nacer conmigo.

1 Matices precisos:

panchito el glu glu dijo...

Puff, la de veces que deseas ser un niño de nuevo, volver a tener esa inocencia que los hace tan especiales y maravillosos.
Pero luego recuerdas que eso para tí ya pasó, que debes mantenerlo en tu memoria como algo maravillos que viviste, y de que debes usar esa época para ser feliz ahora que los problemas te abruman. Hay que ser un niño grande.
Yo lo he conseguido alguna vez y es lo mejor. Te olvidas de todo y simplemente eres feliz.