Era una preciosa tarde soleada. Estábamos sentados en el sofá que tantas alegrías nos dio. Tú estabas con la cabezaapoyada sobre mi hombro como otras tantas veces. Tu pelo negro olía almendras, un olor que me encanta, y el tacto de la sedosa piel de tus hombros me reconfortaba.

Era una tarde como otra cualquiera en apariencia, pero ambos sabíamos que no era así.

Yo estaba pensando en ti. Tu pelo negro, tus ojos verdes, tu carácter. Pensaba en que me encantaba que fueras más alta que yo, supongo que me hacía sentir importante, tener una mujer tan maravillosa a mi lado.

Pensaba en todo esto para no pensar. Porque sabía lo que iba a pasar y no quería afrontarlo.Tú sólo me pediste una palabra, una sola. Y yo no te la di. No fui capaz de pronunciarla.No me dijiste nada. No hacía falta. Ambos sabíamos el resultado de todo aquello. Me levanté y me fui.

Y esos es algo que aún me duele. Mi cobardía se sigue doliendo y mi alma sigue llorando lágrimas de sangre por aquello.Tú lo eras todo en mi vida y te dejé marchar.

Perdóname por haber sido un crío. Perdóname por no para tirar hacia delante como debía. Por ello perdóname.Aún hoy sigo pensando en ello, y seguramente la respuesta que te hubiera dado habría sido muy distinta.

Me habría agarrado a ti, y jamás te habría soltado. Esa sería hoy mi respuesta.Todo fue por culpa del miedo. Maldito miedo.

Aquel día el miedo pudo más que mi amor por ti. Pero te juro que nunca volverá a pasar. Nunca.

Es una promesa que te hago ahora y para siempre.

Adiós cariño mío.

0 Matices precisos: