Perro de presa que hurga en las llagas,
carnicero ermitaño de los espíritus,
ególatra, caballo negro que marca
sus sotas de bastos sin escalera.

Para subirme a tu carro basta una esquina
donde pararnos a adorar retales de vida
en el rastro todo a cien de un zapatero.

Carcomida la amistad quedan montañas
que no mueven mi aire por despecho.
Consumida la apariencia quedan deseos
que no queman tu aire por respeto.

Correr nunca fue mi preferido.
Andar es más voyeur, más distinguido.
¿Cuántos sumamos en aspectos? Envido.
Callar por callar intermitentes
no es devoción de un servidor,
con lo bien que sienta día a día
un velo color miel en tus secretos.

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