Entraste por la puerta de atrás sin dejarme tiempo para enterarme. Poco a poco me cogiste, apoyabas tu cabeza en mi hombro, susurrabas palabras a mi oído. Eras mejor que tu hermana, tan ácida para el estómago como un charco en un callejón oscuro. Tú, al contrario, dejabas un regusto agridulce en el cuerpo, una dejadez impropia, un quizás, un para qué. Tanto me conoces, amiga mía, que por tus ojos pasa mi vida frenética. Mis recuerdos son los tuyos, tú eres mi recuerdo.
Y te apoyas en mi hombro. Siempre fuiste mejor que Soledad, inoportuna y arrepentida de sí misma, cansada de bailar tangos que no llevaban a un pibe, amada de vez en cuando, a bocados, a rutinas. Y hundes un dedo en mi pecho y te siento. Late más tú corazón que el mío. No lo necesito, lo quiero. No lo quiero, lo deseo. Recostado en una silla el humo baila en mi cabeza. Más calmado, más calmada, sólo besas si te dejo porque te gusta ser atendida. Te gusta que te abracen, que te mimen, que entren en tí. Que me envuelvas, que me calmes, que me duermas, que entre en ti.

Acógeme dentro. No me sueltes. Susurraré en sueños tu nombre: "Melancolía."

0 Matices precisos: