De inmadurez y otras alegrías

Madurar = Matarse a uno mismo. Una bonita fórmula, ¿no? Parece ser que es verdad y sin reflexionarlo mucho me doy cuenta de que no está muy lejos de la realidad. ¿Cuando muere el interior? Cuando está más frío que los ojos de la desesperación. Es peor la falta, la ausencia, la nada. El dolor te hace saber que estás vivo, que hay cosas que pueden atravesar la barrera, que aún te importa algo o alguien. La nada es el absurdo, la negación del color, un eclipse total de luna. Es la confirmación de que has crecido, de que te han dado tanto que las que vengan detrás ya no las vas a notar, el entumecimiento de la carne de gallina. Es como la amputación de un brazo, seguirás intentando coger las cosas con él, pero ya no está ahí, ya no podrás cogerlas. ¿Dónde quedó la ansiedad, la depresión, la locura? A veces hacen falta, aunque simplemente sea por sentir algo, por hacerte creer que sigues vivo.

Madurar = Crecer sabiendo lo que quedó atrás y aceptándolo. Pues resulta que si multiplicas a ambos lados por "aceptar el pasado" y sacas factor común eliminando "pelearse con los recuerdos" queda una fórmula un poco más aceptable. Sinceramente, la vida te puede dar muchas, muchas ostias y tirarte, pisarte y escupirte cuando intentes levantar la vista, peeeeeeeero... Siempre, siempre, por muy jodido que estés, por muy arrastrado que te sientas, por mucho que pienses que esta vez no sales, que ha sido demasiado gordo o que son demasiadas cosas seguidas y sin un respiro, siempre habrá alguien. Y a veces saldrá de donde menos te lo esperas. Y a veces será alguien con quien siempre contaste. Las últimas te servirán para asegurarte de que lo que tenías sigue ahí y de que no te equivocaste escogiendo, de que hay gente con la que sobran las palabras y falta tiempo para hablar. Las primeras te servirán para darte cuenta de que no todo es como creías. Que aunque no me de cuenta, a veces me sorprendo viendo en vez de mirar. Que la parte no tiene porque implicar al todo, aunque la parte te haya marcado la sangre y quizás, algún día, un detalle o unas palabras sirvan para tirar abajo la coraza y poder reír y sentir como antes, cuando era un niño.

Cuando hoy era Nunca Jamás y mañana una utopía.