En ocasiones es necesario que nos controles, nos domines. Porque sabemos lo que hay que hacer, pero tenemos miedo de hacerlo.

Tú no tienes miedo. Luchas hasta la última llama. Ejecutas la orden sin vacilar ni por un instante. De forma fría y calculadora renuncias a toda humanidad. Al último vestigio que quedaba de ti.

La morada del alma ya arde, es fuego. Se desmorona.

Entonces el alma llora sangre.

Busca un salvador que la rescate de esa morada ardiente. Y ese eres tú.

La vida es larga y dura. Hay que estar dispuesto a luchar hasta el fin. Hay que renunciar a todo con tal de conseguir el objetivo que nos domina.

El alma llora sangre, pero tú la llevas hasta el final, hacia la victoria.

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