Algo

Te das cuenta, pero no lo quieres reconocer. Un día te despiertas vacío y sucio, sabiendo el porqué, sabiéndolo todo y aún así no puedes admitirlo. Es duro negarse a uno mismo. Decía Sabina que el fondo del alma está donde habita el olvido. Ese sentimiento que te arrastra, desde el pecho hasta el infierno, que hace que te odies en todos los espejos y que no reconozcas la cara que se ríe de la sombra que eres.
Muchas veces amamos por necesidad, por querer mantener algo que ya no existe y nos partimos en cachitos muy pequeños en el proceso. El vértigo que inspira dar el salto no deja respirar, no deja dormir, no deja.

"A ti que estás hablando, a ti
que nunca sigues mis consejos,
a ti te estoy gritando, a ti
que estás metido en mi pellejo
a ti que estás llorando ahí,
al otro lado del espejo,
a tí que no te debo
más que el empujón que anoche
me llevó a escribir está canción..."

Y a veces por mucho que grites siempre tienes la sensación de deber algo, de haber fallado, de que es culpa tuya. Pero pasa el tiempo, encuentras a alguien que ha pasado lo mismo y consigue que despiertes y que veas cómo es de verdad ese cabrón que está al otro lado del espejo, al que ya, por fin, no le debes nada.

"Le di mis noches y mi pan, mi angustia, mi risa
a cambio de sus besos y su prisa,
con ella descubrí que hay amores eternos
que duran lo que dura un corto invierno".

Hay y habrá, y siempre seguiré buscando, ahora que ha dejado de llover, podremos retomar el camino. Y recordad que aunque esté embarrado, de pequeños siempre disfrutábamos metiéndonos en los charcos, haciendo ruido.

Gracias a la dama que lo inspiró.

Va para ti, Rubén. Por buen tío.